Ya estamos en play-off. Despues de 6 meses de temporada hemos llegado hasta aqui. Cada gota de sudor, cada segundo que nos faltó el aliento durante los placajes, cada gota de sangre, cada lesion... han merecido la pena solo por estar aqui.
Miro a mi alrededor mientras bajo las escaleras de las gradas hacia el campo. No tiene comparación con lo que habia visto antes. No hay piedras, es una pradera verde que se pierde en la vista custodiada por dos H gigantes y blancas que imponen al verlas. De frente mas gradas y los banquillos, justo encima el escudo de la Complutense.
Bajo y veo al resto del equipo, unos pases de balon y correteamos un poco por el paraiso que es este campo. Poco a poco van llegando el resto de jugadores hasta que, finalmente, llega el entrenador. Entonces bajamos a los vestuarios.
Una vez dentro comenzamos a ponernos la equipación. Cada uno mantiene su propio ritual que sigue rigurosamente y en silencio. Todo lo que pasa fuera del vestuario se olvida, la cabeza pasa a estar concentrada en el partido y ni una mosca interrumpe la concentración. El olor del sudor producido por los nervios emponzoña el aire con una esencia amarga y acida y se pega como si fuese incienso. Cualquier colgante, anillo o amuleto queda fuera, la suerte ya está hechada, ya no existen las supersticiones, solo existe la templanza de los 30 hombres que estamos ahi reunidos, sin mediar palabras. Las protecciones acolchadas nos cubren por debajo de las camisetas de entrenar, no ensuciaremos nuestros colores de juego hasta que no empiece el partido. Poco a poco me ato las botas mientras muerdo la proteccion bucal para acostumbrar la mandibula. Llevo el estomago vacio, no puedo permitirme el lujo de vomitar en el campo, desprestigiaria mi imagen de jugador. Como un samurai de la epoca del Sengoku tengo mi alma templada y mi estomago vacio para representar mi pureza. No soy otra cosa, soy un pilier, un guerrero. Soy el escudo que blinda al resto de mis compañeros, no puedo dejar que nadie pase por encima mia y debo estar el primero para defender a mis compañeros que caen. Soy el que los levanta hasta el cielo al montar las touch para que vuelen por el balón; en la melé soy el pilar que sujeta una mole de 600 kilos de peso sobre mis hombros y los del contrincante. Soy la punta de lanza de una formacion atacante y soy el centro del escudo que aguanta el impacto durante la defensa.
Empezamos a prepararnos, nos untamos baselina en codos, orejas y rodillas, Esparcimos crema calentadora en los principales musculos e inmovilizamos con esparadrapo las zonas que puedan sufrir lesiones. El agua fluye por nuestras gargantas y moja nuestro pelo, no volveremos a beber hasta que termine la mitad del partido.
Nos llama el capitan, nos apollamos unos sobre otros en el vestuario, ya he dejado de ser un individuo, soy parte de un ser vivo mas grande, cada jugador es una extensión de mi mismo que se fusiona conmigo al entrar todos en contacto. Nuestro capitán rompe el silencio, nos da unas cuantas palabras de animo pidiendo esfuerzo, como si de una arenga militar se tratase. Solo se me quedan unas palabras grabadas en la mente "Hemos llegado hasta aquí con esfuerzo, las palabras magicas no sirven, las formulas ya se han acabado, solo queda lo que hemos aprendido durante estos ultimos meses. Quiero veros juntos ahí fuera, quiero veros tan juntos como lo estamos ahora"
Salimos al campo por parejas y nos dirigimos corriendo desde los vestuarios hasta el lado opuesto del campo. La gente ha comenzado a llegar, me siendo como un gladiador en el coliseo de Roma durante el imperio de Cesar. Cada uno vestido de blanco impecable, solo roto por el rojo de las medias y la camiseta del equipo que llevamos al hombro.
Comenzamos a estirar y a calentar, practicamos formaciones y oposiciones, un ultimo entrenamiento antes de la hora de la verdad. Nos apiñamos todos en el suelo del campo mientras uno de los entrenadores nos dice unas palabras antes del partido.
Seguimos entrenando
El segundo entrenador nos llama al vestuario. Todos dentro, los treinta en los apenas 5 metros cuadrados de las duchas nos ponemos a gritar "Victoria" "Derecho" y a contar del 1 al 10 mientras pisoteamos el suelo. Las voces guturales de los gritos y las pisadas hacen temblar el suelo y las paredes como si estuviesemos en el epicentro de un terremoto. El espíritu de equipo ya estaba forjado dentro de cada uno, ya podiamos salir al campo como un grupo unido.
Volvemos a salir y seguimos entrenando unos minutos hasta que suena un silvato del árbitro, anunciando el comienzo del enfrentamiento. Dejamos nuestras camisetas, antes blancas, empapadas de sudor, cespez y barro y nos ponemos los polos rojos, los colores que nos representan. Un 39 está grabado a fuego en mi espalda.
Nos volvemos a juntar en circulo, agarrandonos unos a otros dejando en el centro de nuevo al capitan. De su boca vuelve a salir una arenga para concienciarnos de la importancia del encuentro. Gotas de sudor le escurren de la cara, roja de la rabia y el esfuerzo, entonces oimos un grito: "IUSTITIA!!!" nuestra respuesta es automática y al unísono 30 voces responden "EST CONSTANT ET PERPETUA VOLUNTAS IUS SUUM QUIQE TRIBUENDI!!!"
No son palabras magicas, eso ya quedó atras, era nuestra seña de identidad, una frase del jurista romano Gayo que define la justicia como la constante y perpetua voluntad de darle a cada uno lo que se merece.
Y eso es lo que ibamos a hacer.
Enjoy it
Kokuro
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Pone los pelos de punta solo de leerlo.
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