domingo, 7 de marzo de 2010

Ojos en el Metro

Esta historia se me ha ocurrido mientras estaba con las prácticas de conducir. No es erotica, pero me gustaria que la leyeseis. Está pensada para que sea vuestra imaginacion quien trabaje, en ningun momento se dice quien es el protagonista, puede ser un hombre, una mujer, un adulto, un furry... Me ha gustado bastante escribirla, y espero que os guste leerla.




Estoy en el metro, son las siete de la mañana y apenas me tengo en pie. Bajo las escaleras hacia el anden como si mis pies fuesen de plomo. Poco a poco llego al final. En la estación no cabe ni una mosca. Los carteles indican que faltan todavía unos minutos para que llegue el tren.
Aprobecho y agarro bien mi bolsa, no seria la primera vez que a alguien le roban mientras espera. La música entra en mis oídos por mis cascos, unos enormes auriculares verdes que me aíslan del mundo exterior. Me queman y me pesan los ojos, otro dia mas he dormido demasiado poco.
Me retiro del borde, el tren entra en la estación, ensordeciendo mi música. La gente comienza a empujarse, un golpe en el costado me hace reaccionar e intento colarme en el vagón de alguna forma.
Suena el silbato y se cierran las puertas. El aire esta viciado, demasiada gente en tan poco espacio. No consigo ver nada por debajo de mi cuello, intento asirme a las barras del techo con una mano, mientras con la otra vigilo continuamente mi mochila y mis bolsillos.

Pasa una estación…

Dos…

Empieza a haber mas hueco. En un golpe de suerte consigo un asiento., aun asi, sigue habiendo demasiada gente.

Otra estación.

La chica que estaba delante de mi se baja, asique consigo ver la fila de asientos de enfrente. Deslizo mi mirada por la fila, sin prestar demasiada atención, una señora mayor con una novela, una chica con un tratado de anatomía, un chaval dormido… Y Él.
Me esta mirando fijamente, no pestañea, no gira la vista, solo me mira a mi

Una mas.

Poco mas de un metro separa ambas filas de asientos, pero tengo la sensación de que cada vez el sitio se estrecha, Sigue mirándome, pero yo también le miro a él, no me quita la vista de encima… ni yo a Él. Empiezo a sentirme agobiado… me falta el aire.

Llegamos a otra estación.

Menos mal, el aire se renueva, noto como el oxigeno fluye por mis pulmones… pero Él sigue mirándome; me mira con esos enormes ojos. Según avanzan los segundos, noto como mi corazón se acelera irremediablemente. Me duelen los ojos, esta vez no por el sueño, sino porque apenas he parpadeado en todo este tiempo.

Mas estaciones.

Se levanta y se acerca a mi, sin quitarme la vista de encima. Me coge la mano. Noto el tacto cálido y suave de sus dedos, que aceleran mas mi pulso, pero me siento bien. Me levanto con Él todavía sosteniendo mi mano firmemente.

Siguiente estación.

Me lleva hacia la puerta del vagón, ahora me mira fijamente a los ojos, atravesando mi mirada y examinándome por dentro. Me veo reflejado en sus ojos, distorsionado por el color, pero también le veo a Él. No puedo resistirme de ninguna forma, pero tampoco es que lo intente o quiera, simplemente le miro.

Estación.

Me saca del tren y me lleva hasta el final del andén, se da la vuelta y me mira. Desliza su mano sobre mi mejilla. No aguanto mas y me lanzo contra sus labios. Son dulces, carnosos… Se deslizan junto a los míos, pero ni siquiera mientras le beso aparta su mirada de mi. Tampoco quiero que deje de hacerlo, son esos ojos los que me han conquistado, esos ojos grandes y penetrantes. Su mirada fluye dentro de mi como si fuese mi sangre, entrando por mis retinas y recorriendo todo mi cuerpo hasta abandonarlo por el mismo lugar. Deslizo mis boca sobre la suya mientras le atraigo hacia mi presionando sobre su espalda. Sigue mirándome, pero no me importa. Comienza a andar, pero no me separo de sus labios. Oigo otro tren. Para. Se abren las puertas. La gente sale. Le sigo besando. Vuelve a andar. Me introduce en el tren. Me resisto y me quedo en la puerta. Suena el silbato. Las puertas comienzan a cerrarse. Separa sus labios de los mios. Paro la puerta con la mano. Vuelve a mirarme. Me vuelve a besar rápida e ínfimamente. Cierra los ojos. Me empuja hacia dentro. Se cierran las puertas. Caigo al suelo de espaldas.

Ultima estación.

Despierto, estoy en los asientos del vagón, miro a la fila de enfrente. No hay nadie. Él no está. Miro el reloj, son las siete y media de la mañana.

Ya no tengo sueño.

Se ha acabado la música.

Él no me mira.

Él no está.

Sus ojos no están.

Y no se si alguna vez existieron.

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